
La presencia del Apóstol Santiago en varias batallas tiene su origen en la necesidad de las leyendas fundacionales de los diferentes reinos cristianos coincidiendo con el descubrimiento de la tumba del Apóstol.
La figura arquetípica del “Miles Christi” busca reconciliar el pacifismo cristiano con la necesidad militar de estos pueblos que se van configurando en reinos. Precisamente en tiempos de Ramiro I de Asturias se está desarrollando un “antigoticismo” que culpa a los últimos visigodos de su egoísmo y avaricia provocando la guerra civil que favoreció la invasión musulmana. No combatieron “el buen combate de la fe” (1 Timoteo 6,12) y como consecuencia de aquellos pecados se padecen estas penitencias. Este antigoticismo explica que se tome la referencia de la segunda Batalla de Albelda, que históricamente no fue tan transcendental, contra Muza Ibn Muza, líder de la principal familia muladí (que no mora) de los Bani Qasi y medio hermano de Íñigo Arista.
La concepción moderna de “guerra justa” tiene su origen en San Agustín (que da coherencia a las enseñanzas de Aristóteles, Platón y Cicerón al unirlas con la doctrina cristiana) y se define en la Edad Media con Santo Tomás desde la legítima defensa y la búsqueda del mal menor, precisamente ante el acoso de ciertas corrientes fanáticas musulmanas. En España se sufrió especialmente a los almorávides y los almohades que revivieron la reconquista hasta llegar a la batalla de Las Navas de Tolosa. Es en este contexto donde se empieza a identificar a Muza como moro.
Es probable que el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada enriqueciera estas leyendas inspirándose en Ladislao I de Hungría (involucrado en la querella de las investiduras) precisamente en el contexto de la séptima cruzada de San Luis y del apogeo del Camino de Santiago.
Pero es en la lucha contra el acoso del Imperio otomano a Europa, y de la unidad real de España, al inicio de la Edad Moderna, que prolifera la devoción, la leyenda y la imaginería de Santiago Matamoros en la Batalla de Clavijo.
Siempre la Iglesia ha buscado convertirse y purificarse. La defensa de la fe y de los fieles ha tenido siempre que enfrentarse con intereses políticos, económicos e ideológicos que han buscado manipularla y utilizarla como ocurre hoy. Siempre ha habido, en la Iglesia, personas que han buscado actualizar el mensaje cristiano adaptando el lenguaje al de la época, y, como hoy, también han sido mal entendidos. Siempre, dentro de la Iglesia, han existido personas con otro tipo de intereses que han hecho daño a la Iglesia y a la sociedad manipulando el lenguaje y la verdad de la fe y de la historia.
En el caso específico de la figura del Apóstol Santiago estas manipulaciones han servido para justificar la violencia absurda y el racismo en una forma terriblemente dolorosa e injusta en muchas ocasiones. Los intereses políticos llevaron a olvidar que «nuestra lucha no es contra la carne ni la sangre, sino contra los espíritus del mal que viven en las tinieblas» Cf. Efesios 6,12).
El Papa San Juan Pablo II en el año 2000 pidió públicamente perdón por los errores y por los pecados de tantos miembros de la Iglesia. Los papas siguientes han repetido esta petición de perdón y el deseo
de conversión.
