“Luz para alumbrar a las naciones”
Aunque la fiesta de la Presentación del Señor es el día 2 de febrero, desde hace unos años, el sábado siguiente a ella, los niños de la catequesis celebramos una fiesta preciosa en la parroquia. Es una fiesta con tres partes:
En la primera parte, los catequistas nos recuerdan qué es lo que se celebra en esta fiesta porque, no sé qué nos pasa, que aunque nos lo cuentan todos los años siempre se nos olvida… Recordamos que la Virgen y San José acudían al templo a cumplir con un ritual de purificación aunque sabemos que María por su condición de Inmaculada no tenía nada que limpiar en ella. Pero ellos, aun así, fueron al templo porque eran obedientes a la ley, “obedientes” uy! Con lo difícil que es eso para nosotros.
También nos vuelven a contar que al entrar el templo, se encuentran con un señor, Simeón, un hombre que había recibido una revelación de que no moriría sin ver al Mesías y que nada más ver a Jesús, reconoce en ese pequeñín a ese Mesías y les dice a sus padres que él será luz para alumbrar a las naciones.
Nos empezamos ya a mover inquietos en nuestras sillas porque pensamos “Y a nosotros todo esto, ¿qué?” pero entonces los catequistas nos dicen que si estamos en la catequesis para seguir a Jesús y queremos ser como Él, también nosotros tendremos que ser luz…..Ahhhh ahora entendemos por qué hay velas preparadas y porque salimos a la calle…para ser luz!!!!.
En la segunda parte, salimos en procesión con las velas encendidas, como señal de esa luz que queremos ser y queremos llevar a las calles de nuestra parroquia. No hay año que, o llueva o haga viento con lo cual las velas encendidas no nos duran nada y se nos apagan. Pero no nos entristecemos ni decimos eso de “jo, vaya porra de procesión” porque es en ese momento cuando pasamos a convertirnos en luz de verdad. Si no ¿qué sentido tiene una fila de niños con velas apagadas? Nuestra fila de dos un poco desordenada, al mediodía de un día gris y desapacible, rodeados de japoneses alucinados, nuestra pequeña procesión precedida por la Cruz, con el párroco revestido y todos cantando, se convierte en la luz de Cristo, la luz que queremos ser.
Por último entramos en la Iglesia cantando, con nuestras velas otra vez encendidas (estos cates están en todo). Escuchamos en pie con ellas en las manos el evangelio de la Presentación del Señor y tras una invitación del párroco, pasamos de dos en dos a arrodillarnos delante de una imagen preciosa de la Virgen de la Candelaria, nos presentamos a nuestra Madre, la Virgen, para que ella, como llevó a Jesús en brazos al templo, nos coja en brazos y nos lleve a su hijo. Le decimos lo que diríamos a nuestra madre: ” jo mamá quiero esto”… o “oye mamá y si le dices tú a papá eso de que me han quedado 3?”, o “mamá por fi, concédeme esto o aquello…” hablamos con nuestra Mamá por excelencia para que nos ayude, nos conforte, nos cure las penas, o simplemente para decirla que la queremos…
Termina nuestra fiesta con la bendición y nos vamos a casa todos contentos porque hemos sido luz durante un rato y porque nos hemos acurrucado en los brazo de nuestra Madre.
Los niños de la catequesis