Con la mirada puesta en el próximo aniversario de la Encíclica Pacem in Terris, Benedicto XVI ha publicado su mensaje para la próxima la Jornada Mundial de la Paz. La paz no es la mera ausencia de guerra ni de conflictos manifiestos. La paz se basa en un orden justo, pacificador de relaciones entre los hombres y los pueblos, construido sobre la verdad y la libertad, y que encuentra en la caridad la medida última de lo humano.
En nuestro mundo marcado por el relativismo y el nihilismo es difícil que reine la paz. No hay verdadera paz allí donde se violenta la dignidad del hombre, donde se niega su dimensión espiritual, donde se impide el desarrollo en libertad de cada ser humano. Pero también se daña el fundamento de la paz cuando se trata de reinventar la estructura de lo humano con hipotéticos nuevos derechos en lo que se refiere a los afectos, la familia y la transmisión y cuidado de la vida. Cuando habla este lenguaje la Iglesia lo hace como testigo de la fe cristiana, pero habla a la razón común que puede reconocerse en esta experiencia.
Independientemente de la pertenencia religiosa de cada uno, la Iglesia intenta recuperar el lenguaje propio de la naturaleza humana para que el orden social pueda reconfigurarse a partir de una ética de la comunión que tenga al hombre como centro y fin. No hay condena sino promesa de felicidad en las palabras de Benedicto XVI. No podría ser de otro modo por parte de quien cree firmemente que sólo la benevolencia (que supera la simple tolerancia) la honestidad y el perdón son capaces de edificar relaciones de paz.